miércoles, 23 de mayo de 2012

Ganarle al PRI*

Hay que ganarle al PRI. Lo primero es reunir la convicción de que hay que ganarle al PRI porque significa el retorno de nuestro pasado. Los métodos pre-democráticos disfrazados de democracia. Clientelismo. Complacencia con la corrupción. Cacicazgos. Demagogia. La negociación eternamente suplantando a la justicia. Y ¡ah!, esos insoportables discursos en prosa poética desasidos de lo real.

Sí, el PRI, más que un partido, es un estado nublado de la conciencia: la simulación suplantando el acceso a la realidad y así impidiendo a la inteligencia reinventarla. Otra vez: El PRI es nuestro pasado y es también, porque no acaba de irse, lo que nubla el paso a nuestro futuro.

Pero ¿cómo ganarle al PRI? ¿Y cómo atraer a los votantes sin partido fijo? Es decir, a la mayoría. ¿Cómo atraer, en especial, a los jóvenes menores de 30 años, para los que el PAN es lo viejo y el PRI lo ignoto? ¿Cómo entusiasmar a los que no vivieron o no recuerdan ya la medianía de la forma priista de gobernar?

Decirles que el PRI es malo porque sí, no sirve. Decirles que el PAN o el PRD han gobernado mejor, exige pruebas. Y más allá de declararse a sí mismos como “los que no somos el PRI”, ¿pueden los panistas y los perredistas afirmar lo que juntos sí son?

Más allá de saber ganar una elección, más allá de saber lograr el poder por el poder, ¿pueden describir juntos un horizonte hasta el cual avanzar?

En 2005, dos partidos alemanes, el conservador y el socialdemócrata, se toparon con la anterior pregunta al intentar un co-gobierno. Esto hicieron para responderla. Los delegados de ambos partidos se encerraron a piedra y lodo durante cinco semanas a cribar sus proyectos políticos.

Primero trabajaron en sus discrepancias. ¿Qué era sólo aparentemente distinto en ellos? ¿Qué sí era distinto e irreconciliable? ¿Qué se podía posponer, poner aparte, durante un gobierno conjunto? Luego pasaron a imaginar un gabinete. ¿Cuáles eran sus mejores hombres y mujeres para presidir qué ministerios? Y por fin se preguntaron lo importante. ¿Qué metas grandes y generosas y viables podían unirlos y, tras ellos, a una generación de alemanes?

De esa reunión, de ese trabajo político e intelectual arduo y severo, surgió el gobierno encabezado por Ángela Merkel, que avanzó a Alemania a la vanguardia de Europa.

Ahora la pregunta del millón ¿soportarían un trabajo de introspección semejante nuestros perredistas y nuestros panistas? La pregunta no está conjugada en presente, porque esto no va a suceder en las próximas elecciones del 2 de julio.

Pero deberíamos entender y sobre todo aprender que las coaliciones de hoy son un ensayo de una estrategia posible en el siguiente sexenio, cuando los mexicanos elijamos a un nuevo presidente de la República. También entonces, posiblemente, se sostenga como única opción para el PAN o para el PRD una coalición que pueda ganarle al PRI. A ese PRI engallado, enriquecido con los presupuestos de la mayoría de los estados, e igual de pre-democrático que antaño.

Y entonces, en un futuro al igual que hoy, estas volverán a ser las preguntas de las que dependa el triunfo de una coalición: ¿El candidato único une o separa a los electores duros? ¿El candidato único captura la imaginación de los votantes jóvenes y los votantes libres? ¿Pueden los dos partidos que no son el PRI planear juntos un horizonte de verdad post-priista? ¿Bajo el signo de la justicia son capaces de elegir las mejores personas y las metas más generosas para un co-gobierno?

Si no pueden, desde el punto de vista de esta ciudadana (y de este ciudadano que se atrevió a modificar este artículo para su lectura actual), no importa si el PRD y el PAN se unen: gane el PRI o ganen ellos, ganaría el PRI.

*Artículo escrito por Sabina Berman, publicado originalmente (sin modificaciones) en la revista Proceso edición 1752 el 30 de mayo de 2010 y en el sitio web de la misma el 2 de junio de 2010.